El día que México cambió: 23 de marzo

El 23 de Marzo de 1994, era un día cualquiera, ese día me mandó llamar Alfonzo Durazo, en su calidad de secretario particular de Colosio. Me dijo de golpe, quiero entregarte tus identificaciones para la gira de Colosio a tu tierra. No voy a poder ir, le conteste.

¿Cómo crees?, es la primera gira del Candidato a tu tierra y debes estar presente. Tengo mucho trabajo le conteste. No importa, no puedes dejar de ir. Acepte a regañadientes. Me dio mi boleto y corrí al aeropuerto, apenas alcancé a llegar.

Ahí iban un grupo de invitados especiales, recuerdo a Don Amador Hernández, ex líder nacional de la Confederación Campesina del PRI, a Queta Basilio, deportista y la primera mujer que encendió el fuego olímpico, había varios periodistas. El vuelo transcurrió sin mayor problema. Llegamos algunas horas antes de Colosio, quien venía de una gira por Baja California Sur y previamente de otra de Sinaloa, la cual había sido muy exitosa, pues entre otras cosas, había hecho las paces con Manuel Camacho, quien apoyaría plenamente a Colosio a partir de esa plática.

En  el aeropuerto me esperaban dos compañeros diputados federales de mi tierra, Rogelio Appel y José Ramírez Román. Nos fuimos con nuestros propios medios, no con la comitiva. Desde que llegué me disgusto el lugar escogido. Sentí un ambiente tétrico, inseguro, sombrío, intranquilo. El lugar muy inadecuado. Era una mera plataforma de un tráiler, en una hondonada, con algunas mantas alusivas. Se había tenido problemas para el lugar adecuado, a mí, por ser miembro del comité nacional y por ser de la zona, Antonio Cano, presidente del PRI de Tijuana, me había consultado sobre dos posibles lugares, el Toreo de Tijuana o el Terrenazo, me negué a opinar, por no tener toda la información de los actos. Me dicen que fueron Veloz y Murat quienes decidieron el lugar. Insisto no era adecuado para un primer acto de campaña presidencial.  Había unas mantas que decían que marcos lo vigilaba, algo misterioso flotaba en el ambiente. El discurso fue breve y se refirió a las colonias populares. Yo decidí adelantarme y ahora si, subirme a camioncito de la comitiva. Ahí me encontré al periodista Ángel Trinidad Ferreryra, a quien le dolía la cabeza y se había subido también al camión anticipadamente, en un momento más este estaba repleto de invitados, antes de que empezara a moverse, se oyeron gritos y movimientos, llegó corriendo Miguel Ángel Islas y nos dijo a todos muy alterado, acaban de dispararle a Colosio, ya está muerto, afirmó, tiene los ojos blancos, concluyó. A partir de ahí todo fue confusión, en lugar de ambulancia, que siempre debe estar presente en actos como este, lo subieron como pudieron a una Yukón .

Llegamos al Hospital y reinaba el caos, todo mundo daba órdenes, todo mundo ofrecía soluciones, hubo un momento que le hable fuerte al entonces Coronel Domiro, responsable de la seguridad de Luis Donaldo, quien vagaba como zombi por los pasillos. Ponga orden Coronel, le dije casi gritando. De momento se descontrolo, me miro fijamente y asintió, si diputado, tiene razón, empiezo a poner orden. En la sala de operaciones, estaban varios médicos tratando de salvar la vida de Colosio. El diputado Ramírez Román, quien es médico, me dijo, no creo que puedan hacer nada. Si saliera vivo, que lo dudo, sería como un vegetal, esta descerebrado.  De la  oficina de la directora del hospital, la Doctora Rosalinda Guerra, le informe a Fernando Ortiz Araña, presidente del CEN del PRI,  del atentado. “ no puede ser, me decía incrédulo, dime que es mentira” desgraciadamente no es así le conteste. Le avisé a José Carreño Carlón, director de comunicación de la Presidencia y el a su vez a Salinas. No cuelgues esta línea, mantenla abierta, me recomendó.  Horas después llegó el fatídico momento, Lievano Saenz, se subió a un escritorio que estaba en el pasillo y anunció formalmente la muerte del candidato presidencial del PRI. Sentí un gran nudo en la garganta.

No pude aguantar y empecé a llorar. Fue algo muy triste. Ya en la madrugada me regresé en el avión que enviaron a recoger el cadáver. Era lo menos que podía hacer acompañar a mi amigo en su viaje de retorno a la Ciudad de México. El entusiasmo, la esperanza que despertó Colosio, todo se volvió frió y gris. Se había terminado la vida de quien quería un cambio profundo del país. Todo fue diferente desde ese día. México cambio, se profundizaría en el neoliberalismo que ya había vislumbrado Miguel de la Madrid y que desarrolló con gran esplendor Salinas. La vida de un hombre joven, de un buen amigo  de un esposo y padre amoroso, de un un candidato presidencial había llegado a su fin abruptamente. ¿Fue un asesino solitario? ¿Fue un complot, ¿fue Aburto? ¿La mafia? ¿Raúl Salinas y su grupo? Nunca lo sabremos. Al final el daño estaba hecho y era irreparable. Se terminó el sueño, la utopía, la búsqueda del cambio. Si, ese día México cambio, pero para mal.

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