Una oración por el eterno descanso de un sacerdote ejemplar: Monseñor Salvador Cisneros Gudiño

Hasta el cielo le mando mi aprecio y las repetidas gracias por tantas entrevistas que me brindó así como participaciones en la radio.

TIJUANA, MAYO 22, 2024.- Dedicamos estas letras a uno de los hombres más apreciados por su trabajo pastoral y entrega durante 50 años de sacerdocio: Monseñor Salvador Cisneros Gudiño quien falleció este lunes derivado de un problema de corazón.

-¿Cómo va todo?
Me preguntaba cada vez que terminaba la misa y salíamos de la parroquia de Santa Teresa de Ávila, en la Gabilondo, los domingos.
Monseñor Salvador Cisneros Gudiño, de origen michoacano, era uno de los sacerdotes más intelectuales que he conocido en toda mi vida.
Me llamaba la atención escuchar cuando pedía con fervor «…desterrar el EGOÍSMO que no nos deja ser felices«.
Un auténtico filósofo con el que podías conversar gratamente pues su inteligencia era su carta de presentación.
Recuerdo haberle pedido una entrevista para que formara parte de mis entrevistados en un programa periodístico en el que abordaríamos como tema «Las Ciencias Ocultas».
Jamás se lo hubiera solicitado si desconociera su criterio y pensamiento abierto: «…el que siembra vientos, cosecha tempestades; el que siembra maldad cosecha perdición«, dijo al referirse a las alianzas con la maldad esperando tener éxito económico o satisfacer sus instintos personales.
Fue Rector del Seminario Mayor por dos décadas y maestro de Teología.
Hombre pulido en las ciencias y en la literatura, Monseñor entregó 50 años de su vida al sacerdocio tenía 83 años de edad y su salud en su última década se fue deteriorando luego de haber sido sometido a diversas intervenciones quirúrgicas.
Interesado en los temas políticos, escuchaba atentamente y luego decía: «vamos a rogarle a Dios para que les de iluminación«. Jamás habló mal de alguien y mucho menos señaló a partido político alguno. Monseñor era en sus pensamientos y en sus palabras la congruencia de sus predicaciones.
Hasta el cielo le mando mi aprecio y las repetidas gracias por tantas entrevistas que me brindó así como participaciones en la radio.
Olvidaba comentar que fue, al menos eso creo, el único sacerdote que instituyó la presencia de «Teresita» una marioneta que se colocaba a la derecha del público, en las primeras 4 bancas niños que ahí, dentro del templo se divertían y aprendían el evangelio.
La voz de teresita era interpretada por una voluntaria que por años se ofrecía para atender las necesidades de la iglesia. Una voz dulce, como la figura de la marioneta que en múltiples ocasiones era objeto de una tierna broma del párroco quien hablaba con ella para preguntarle si se había desvelado, si puso atención y sobre todo las tareas que los niños llevaban semana a semana, relativa a algún episodio habían escuchado en la predica pasada.
Contaba los trabajos y homenajeaba a los que la habían hecho (por lo regular dibujos) con esmero y mensaje.
-¿Cómo te va en la escuela? -Le preguntaba a los niños que asistían y que contestaban en su mayoría con un monosílabo «bien, sí, no, poco, mucho».
Salvo sus honrosas excepciones de aquellos niños, por lo regular niñas, súper dotad@s con el don de la palabra fluida.
Le agradezco la sonrisa que siempre tuvo para todos y para mi y aún estando en el altar, la deferencia que tenía para mandarme un saludito con su mano derecha. Cada vez que me veía entre los feligreses me mostraba su simpatía y aprecio. Presto para escuchar, sus palabras eran un remanso de sabiduría y amor para todos los que ahí nos congregamos alguna vez.
Descanse en paz querido Monseñor Cisneros Gudiño., cumpliste tu tarea de enseñarnos mucho y con paciencia, sin prisas, con amor a la humanidad.

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