TIJUANA, SEPTIEMBRE 30, 2024.-El miércoles 18 de enero del 2023 reíamos como niños en «La Historia de Cada Día» un programa de biografías con énfasis en las vivencias que reconstruyen el tejido social. Un día frio que se puso calientito en el corazón, en el alma de quien esto escribe al volver a convivir con una verdadera amiga, profesional de la comunicación, una mujer alegre, divertida e inteligente.
Ana Velia quien dejó este plano terrenal, mucho más rápido de lo que pudiéramos imaginar, se hizo -me consta- a base de esfuerzo, seriedad en su labor y muchas ganas de hacer un trabajo con pulcritud.
Compartimos cámara, ella fue mi entrevistada y ahí supe que era tapatía, nacida en Guadalajara, heredó de esta tierra lo generoso de su gente.
Me echó un piropo como conductor de un espacio de semblanzas, como miles de flores que regaló a todos aquellos que estuvimos alguna vez cerca de ella. A su esposo, a su hijo, a su hermana, a su mamá, a todos porque de eso estaba construida. No puedes obtener un pétalo de una roca, solo de una flor sembrada con amor y honestidad.
Llegó a Tijuana a la edad de 14 años cuando corría el año de 1989 (el mismo año que yo llegué a esta frontera) Y aquí terminó la secundaria. Venía de una escuela secundaria (escuela de monjas) para que el contraste en una escuela de la frontera mixta, simplemente le causó un shock cuando los niños se dirigían a ella y simplemente decía: «Dios mío! estos ya se quieren casar conmigo». Un choque cultural, sin duda que superaría rápidamente.
Ana Velia siempre quiso ser reportera, periodista, comunicóloga:
«A los 5 años me regalaron una máquina de escribir naranja y tenía unas teclas grandes con sílabas y tenía un rodillito en el que ponía la hoja. Ponía mi flor en admiración a Lolita Ayala».
Una navidad, a los 10 años, aproximadamente, sus padres le regalaron una especie de set de noticias, con unas Barbies que fueron su adoración y tal vez, habría de definir su vocación por las noticias en televisión…
Joven universitaria, estudió la Licenciatura en Comunicación. Pero sus otras dos opciones eran sorprendentemente la Psicología (lo cual es muy afín a su carrera) pero me sorprendió cuando me dijo que también le llamaba la atención la Arqueología… Qué Qué????? No la veo en las pirámides de shorts y botas sacando piedras y avenando serpientes a un lado para limpiar con su brocha los vestigios arqueológicos de Huitzilopochtli…
La enorme sala de redacción construida con islas para que trabajaran con holgura, sólo 2 reporteros por módulo (habían 6 en total) sólo se escuchaban los clics de los teclados como si te corretearan para terminar lo más pronto posible tus notas. Los dedos se deslizaban como si hablaran con la máquina y al fondo, justo al costado del set de la tarde estaba el escritorio de Ana Velia, el mío (para mi mala suerte) jajajajaja apuntaba justo al frente, osea que nos veíamos cada vez que hacíamos una pausa en la concentración y buscábamos descansar la vista en la lejanía que era ella precisamente…
Así que levantaba la vista, mientras leía el avance de mi nota y al buscar en la mente la palabra que sigue, o la referencia del tema, coincidiamos y al verme, me sacaba la lengua, y se echaba a reír… Me hacía reír tanto, pero no quería distraer a los demás… Frente a mi escritorio escribía su guión Ale Gaxiola que al notar mi risa me decía:
Ay! Odi.. qué habras hecho!… Entonces me daba más risa, mi nota tal vez policíaca o de narcotráfico me exigía seriedad, pero el ambiente era el más divertido de todas las redacciones.
Entonces, al retomar la redacción, al concretar la nota, al terminar el último párrafo, notaba que Ana Velia ya estaba totalmente concentrada y yo, de maldoso, al poner el último punto de mi nota y grabar el trabajo terminado gritaba con todas mis fuerzas:
«Anaveliaaaaaaaaaaaa Guzzzzmaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaán!!!!»
seguido de un agudo «….ñeñeñeñeñeñeñeñeñeñe»
Solo levantaba la vista, con la cara larga para mover la cabeza de un lado al otro y decir con voz grave (de mujer) Odilóooooooon Garcíaaaaaaaaaa «ñeñeñeñeñeñeñeñeñeñe».
luego cuando llevaba su nota, ya autorizada, a la cabina de redacción, tenía que pasar por mi escritorio y al pasar me decía
Ay! Odi… Travieso!!! Cada vez que requería un dato levantaba la mano y me decía Odi, Odi, Odi… (tal cosa) para incorporarla a su información y con esa confianza, con ese equipo yo le preguntaba (sin levantar la mano) Ala Velia, te acuerdas de (tal asunto)…
Era una hermandad, con un profundo respeto y adehesado de una gran simpatía, siempre sentí a Ana Velia como mi hermana menor, como esa hermana traviesa que me acusaba de lo mismo, para reírse conmigo.
De su hermosa familia solo tengo elogios y de su hijo, su tesoro, en él concentró todo su amor, que estoy seguro será eterno.
Hace unos días en este medio pedí sangre para su atención y decenas de personas respondieron. Las oraciones no se hicieron esperar, poco a poco se fue aislando de las redes sociales y sacó todas sus fuerzas para no preocupar a sus seres amados y amigos.
Ana Velia fue una guerrera, luchó contra el cáncer con gran entereza. Y después de las transfusiones de sangre esto me comentó en un mensaje de voz:
«Te agradezco mucho Odi… Aquí sigo! Aquí sigo en la batalla… Dios me ha dado otra oportunidad y le sigo rogando por más… Te quiero mucho Odi, gracias».
Y siguió luchando… Aún sabiendo que nos dejaría debido al mal pronóstico médico me confió en un mensaje escrito el domingo 22 de septiembre:
«Ya descansando en casa Odi. El mal avanzó pero estoy tranquila. Gracias»…
Así me dijo «adiós» con una profunda paz. Con una tranquilidad que nos deja una gran lección: «aceptar que no tenemos nada, ni poseemos absolutamente nada de este mundo en el que somos visitantes».
Una lección de ternura, de amor, una gran lección de lo corta que es la vida y que nos invita a vivirla con alegría, amor, bondad, pero sobre todo ética, respeto entre nosotros.
Sus vivencias no fueron en vano, son un claro ejemplo de que una vida buena, puede hacer que otros se conviertan en una cadena de bondad.
Adiós aquí en este mundo, Ana Velia: Pero tu presencia aquí estará siempre con nosotros, en el mundo espiritual, en el que todos podemos estar presentes, aunque muchas veces no nos demos cuenta.
Querida Ana veliaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa Guzmaaaaaaaaaaaaaaaaaaaán…
(ñiñiñiñiñiñiñiñiñiñiñiñiñiñiñiñiñiñiñi….)
Descansa en paz…